lunes, 14 de mayo de 2012

LA CALAVERA.


AUTOR: ULISES ROBLES VIERA.

.....Si fue un sueño o si fue cierto,
     todavía no recuerdo;
     si producto ha sido mío,
     de la eterna fantasía en que nadan mis   ensueños.
     no comprendo;
     pero ha sido tan realista, la visión fascinadora,
     que no sé ni me doy cuenta,
     de esas cosas tan horrendas,
     de esas cosas tan tremendas,
     que mis ojos hayan visto,
     como enfermo en sus delirios
     que los puebla de fantasmas.......

     Una noche, estaba solo, meditando en el silencio
     que imponente me rodeara;
     en el rígido silencio de mi casa abandonada....
     Con los codos recogidos y en la mano sosteniendo,
     en su base el nacimiento de mis sienes blanquecinas.
     Sobre el límpido tablero de mi mesa de trabajo,
    ¡Meditaba!
     Y era aquella abstracción, honda,
     tan profunda y tan perfecta,
     que uno a uno, en el vacío,
     sepulté mis pensamientos.
     ............................................

    ¡De repente! ¡Quedé solo!
     Yo no sé si me comprenden, los que nunca se sintieron
     donde no haya más persona
     que el sonido acompasado de su pecho que se mueve,
     por el órgano que late sin cesar y sin descanso.
    ¡De repente! ¡quedé solo!; solo digo,
     pues sentí que algo terrible, lentamente se acercaba...
    ¡Algo había de misterio sobre aquella mesa negra,
     que quedé petrificado!....
     En el cuarto, no se oía más rumor que el de los vidrios
     de los viejos ventanales
     azotados por el viento que venía de la playa....
    ¡Quedé mudo!
     Y rodéandome en tinieblas como alguna cosa rara,
    ¡algo había que tenía el sabor de espeluznante!...
     Era un tétrico suplicio el de ver que ya no hablaba,
     y por más que con mis labios imitase una palabra,
     no salía ni un sonido de las yertas cavidades,
     de mi pecho enmudecido,
    ¡como flauta destrozada!
     Sudor frío,
     por mi frente corrió a chorros;
     con los ojos muy abiertos escapándose del órbita,
     bajé el brazo; y en mis manos,
     recliné mi cara pálida;
     y sentado, interrogante, con temblores convulsivos
    de mi cuerpo que estallaba,
    sentí que algo se escapaba de mi vida...
    Y en la mesa, como cosa de otro mundo,
     algo horrible se posaba.....

    Erizóseme el cabello ante aquella cosa horrenda,
    que no pude descubrirla:
    un momento, era una llama,
    de colores tornasoles que brillaba y se movía,
    y otro instante, era una flama de colores que cambiaban....
    Y exhalando un hedor fuerte, más que pútrido, imposible,
    en aquella soledad del escritorio,
    era cosa sofocante ¡que asfixiaba!
    Algo había en esa llama que brincaba,
    que subía y que bajaba; que mis dientes,
    sin quererlo, ¡rechinaban!
    Cobré bríos; ¡mas no hablaba!
    y la llama, se apagaba, poco a poco,
   ¡como lámpara sin fuerza que le falta el combustible!
    Vino entonces, cual de almizcle, un olor tan sedativo
    que calmó entonces mis nervios que sentía maltratados...
    Yo no sé por donde vino,
    ¡pero aquel olor divino, lo sentí por mis narices!
    ......me quedé sobresaltado,
    con la magia misteriosa del perfume repentino;
    y yo estaba hecho una sombra,
    comprendía que mi alma muy de prisa iba dejando
    la envoltura de mi cuerpo ¡Que me estaba abandonando!
    Y de pronto escuché un ruido,
    y ahí, encima de la mesa,
    en el sitio en que la llama ha un instante se encontraba,
    una blanca CALAVERA,
    con profundas cavidades en los ojos, ¡reposaba!
    .................................................................................

                    SEGUNDA      PARTE

    No podré decir tan pronto, las ideas que cruzaron
    por mi mente trastornada.
    Ni podré expresar tampoco, lo espantoso de ese instante,
   ¡tan terrible!
    Cobrando ánimo, acerquéme y mirando frente a frente
    a aquel trasgo que salía sabe Dios de cuándo y dónde:
    con los ojos preguntéle, por qué estaba en ese sitio,
    -que esa mesa era la mía, y que, el fondo del sepulcro,
    lugar era más perfecto para hacerle el acomodo.--                 
    Y; otra vez, fosforescente, vi la luz, pero en los ojos.
   ¡Esas negras cavidades que les quedan a los muertos!
    Vi una luz iridiscente, y vi luego dos pupilas,
    que miraban fijamente,
    como si algo de hipnotismo retuviera sus miradas.
    Y de aquella CALAVERA, monda vívida y sin dientes,
    salió al punto, una voz ronca,
    como voz de sepultura,
   ¡como dicen que nos hablan los que viven en la Nada!
   -Sí, ya sé que te ha asustado, - me explicó la CALAVERA,
   -y ahora vengo a visitarte, desde lejos, del Vacío,
    del lugar donde no existen las maldades de los hombres;
    del lugar donde se dice que jamás regresaremos.....
    Y la muerte, a la que llamas, en tus locos desvaríos,
    cada vez que no eres fuerte y que sientes el hastío,
    de una vida que te pesa como loza funeraria,
    me ha encargado que te aliente y te dé la mano amiga
    porque no eres un valiente que te olvides de tí mismo....
   -Soy su amiga, y he querido presentarme ante tu vista
   ¡con el lúgubre ropaje con que vístense los muertos!
   ¡No me temas ni te espantes!
    Al mirar mis huesos duros como trozos de diamantes....
    Esta horrible CALAVERA, que ahora ves sobre tu mesa
    sin que cubran las mejillas a sus pómulos salientes
    fue una vez una persona de hermosura deslumbrante,
    ni te espantes, ni te asustes, por mis huesos amarillos,
    que esta triste CALAVERA, que ahora vez inexistente
   ¡albergaba en su cerebro cosas bellas y soberbias!
   ¡cosas bellas y doradas, de proyectos esplendentes!
   -Yo era bueno, yo anhelaba, ser más grande que los hombres.
     En mi mente, el pensamiento, fabricaba cosas grandes;
    ¡TRABAJABA! ¡TRABAJABA!
     Trabajaba, cual coloso gigantesco, con paciencia mesurada;
     que una lámina de oro va tejiendo;
     y en sus manos, va formando un tapiz maravilloso....
    -Yo anhelaba hacerme grande y volverme poderoso,
      y coger por todas partes mil tesoros fabulosos;
      y al llegar hasta la cumbre cual un rey omnipotente,
     ¡todo el mundo se inclinase prosternado ante mis plantas!
      Y mi idea era tan grande;
      mi ambición era tan pura;
      que eran de oro los palacios que mi anhelo ambicionaba.
     ¡Y en mi vida subjetiva, no hubo dios que no adorara,
      si tenía en sus altares: oros, perlas y brillantes!
     ¡Y en mi afán y en mi entusiasmo,
      me vi pronto volver viejo,
      y mis dientes se cayeron y mis ojos se cegaron,
      al creerlas imposibles las verdades inmortales
      con que rígense la Nada y el Arcano inescrutables!
      Y ya ves, yo soy un muerto, que ando loco por ser vivo;
      los espacios no entusiasman; y los campos siderales
      son mejores para verlos en las páginas de un libro.
      No me queda más reposo que seguir por los espacios,
      indagando dónde moran,
      las tres fuentes misteriosas de que mana el agua viva,
      que teniendo las virtudes de volvernos a la vida,
      al beber de sus cristales, me separe de los muertos..............


                    TERCERA          PARTE


  ....Me quedé abismado viendo, como aquella CALAVERA,
      de la muerte,¡Ay! conversaba,
      con tan vano desapego;
      y fue entonces, que esforzando mi garganta, di un gemido,
      y que pude responderle sin saber lo que decía;
      pues mi mente no pensaba porque hablaba el sentimiento
      con palabras que salían sin saber cómo ni dónde.
   --Y me has dicho, le decía-- esas cosas sorprendentes,
      que el cerebro elaboraba con criterio mudo y frío;
      y al luchar en tu quimera por las cosas trascendentes,
      de otra cosa te olvidabas;
      y esa cosa, era la vida;
      y esa cosa eran los sueños con que a muchos de los hombres,
      nos complace recrearnos.
      Tú tenías en el pecho una víscera que inútil,
      nunca pudo conmoverte;
      y cuando eran sus llamadas imperiosas
      te reías locamente de sus tiernos llamamientos.
      Y contra ella,
      tu justicia fría y dura, algo tuvo de los hielos,
      conque cúbrense los polos en las noches del invierno,
      y contra ella, tus fastuosas ambiciones de dinero
      todo viso de ilusión enmudecieron...
    ¡Mudo y frío! ¡Frío y mudo!
      Parecías un asceta que mató sus sentimientos.
      Pisoteaste el derecho, pisoteaste tu destino,
      y con fieras arrogancias, fuiste esclavo de tus ansias,
      sin saber que aquella sombra que persigue nuestros pasos
      te seguía misteriosa,
      te seguía inexorable,
    ¡Para hundirte en los abismos del no ser y de la Nada!

      No hubo amor, sino egoísmo, en las sendas que tú has hecho
      y es inútil que ahora llames
      para hacer nuevos caminos......
      Ahora, es tarde: ¡CALAVERA! ¡CALAVERA YA ES MUY TARDE!
     ¡YA NO ES HORA, CALAVERA! ¡CALAVERA, YA NO ES HORA!
      Si pusiste el pensamiento al servicio tan mezquino
      de tus locas ambiciones.
      Fuiste en cambio, un Ogro
      con las más bajas pasiones.
     ¡Si la envidia fue tu hermana; la calumnia era tu aliada;
      y del crimen fuiste amigo revolcándote en la sangre
      que brotaba de la frente de los míseros humildes
      que explotabas como esclavos!
      Cirujano que amputaste sin saber si hubo remedio.
     ¡YA NO ES HORA, CALAVERA! ¡CALAVERA, YA NO ES HORA!
       Ya tu ves el resultado: ¡CALAVERA!..........
       No llamaste con los dedos a la puerta del sagrario,
       donde viven: la belleza, el dolor y el desengaño
       y al amor lo despreciaste como cosa detestable,
       como cosa miserable,
      ¡que si acaso algo valía, a lo más eran centavos!
      ¿CORAZÓN? No te llamaste,
        te llamaste la avaricia, y, ante el cálculo sediento
        arrasaste los hogares, y hoy que llamas a sus puertas,
        ahora: ¡ES TARDE, CALAVERA! ¡Es inútil que reclames
        lo que imbécil has perdido!...........................


                                      EPÍLOGO


  ......Y de codos, en mi mesa, muchas horas transcurrieron,
        discutiendo con el trasgo de la blanca CALAVERA.
        Era muy tarde. En la torre del vecino campanario,
        dio las doce; dio las doce campanadas con solemne martilleo,
        que sonaron repentinas, destruyéndose el encanto.
        Y en la mesa, otra vez, luego, vi brillar aquella flama,
        de colores tornasoles y colores que azuleaban...
        Ya no había otro perfume que un perfume de violetas,
        que causaban algo raro de fugaz melancolía...
        Y esa llama que cambiaba de azuleantes tornasoles,
        muy despacio fue dejando, de mi mesa su tablero.
        Y la blanca CALAVERA, se perdió junto con ella;
        mientras músicas divinas de celestes armonías,
        sin saber cómo ni dónde, me rodeaban....
        Y fue entonces , que escuchóse un gran grito penetrante
        de lo inmenso e inacabable
        desde el fondo de la noche, oí una voz que me decía:
       ¡TODAVÍA! ¡TODAVÍA!
       ¡TODAVÍA, NUNCA ES TARDE!          

                               FIN

                       Su autor: ULISES ROBLES VIERA

Empezada el 20 de Agosto y terminada el 22 del mismo mes.*

N.R.- Se ha copiado esta obra, textualmente conforme la escribió el autor, con sus correcciones propias. En cuanto a la ortografía, se ha procurado actualizar a los nuevos cambios.
Dice empezada, el 20 de Agosto y terminada el 22 del mismo mes. El autor no consigna la fecha exacta en el original que hemos copiado, tal vez, haya otra copia en la cual se especifique el año. Aunque el autor solía escribir en Chepén, hay muchas reminiscencias de Pacasmayo, o tal vez del Callao, puertos en donde también ha residido.   

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